La obra más importante de la vieja
creación, fue la creación del hombre, hecho a imagen y semejanza de Dios
(Génesis 1:26), por lo cual Adán llegó a ser Hijo de Dios (Lucas 3:38). “El
propósito de Dios era que Adán procreara abundantemente una descendencia de
personas que adoraran a Dios y se constituyeran en hijos de Dios tal y como
Adán lo era.
Dios le dio a Adán la orden de
multiplicarse y llenar la tierra (Génesis 1:28). Adán engendraría a muchos
otros hijos de Dios, así que ellos tendrían la misma naturaleza que él tenía,
razón por la cual harían la voluntad del Señor.
El
propósito de Dios era que la humanidad llenara la tierra de gloria. La vida de
Dios estaría dentro del hombre y el hombre manifestaría la naturaleza de Dios
en el mundo. Dios sería entonces ‘todo en todos’. Adán como hijo de Dios tenía
como propósito gobernar a la humanidad bajo su dirección y actuar como rey bajo
el poder de Dios (Génesis 1:28).” Lastimosamente, esa
antigua creación fue manchada por el pecado de Adán.
Romanos
5:14 nos enseña que Adán es figura del que habría de venir. “No obstante, reinó
la muerte desde Adán hasta Moisés, aun en los que no pecaron a la manera de la
trasgresión de Adán, el cual es figura del que había de venir”. Por eso la obra
más importante de la nueva creación, es que la Palabra de Dios, se hizo carne y
habitó entre nosotros como el Hijo de Dios (Juan 1:14), el hombre perfecto, o
prototipo perfecto de la generación de hombres nuevos que sería conocida como
los hijos de Dios (Efesios 4:13).
La
Biblia define al ‘Hijo de Dios’ como al ser humano que nació de María (Lucas
1:35), como a Dios mismo con nosotros (Emanuel) manifestado como un hombre
(Mateo 1:23), como el medio que Dios utilizó para hablarnos en estos postreros
días (Hebreos 1:2), como el revelador (de los propósitos) del Padre (Juan 1:18)
y como la Palabra hecha carne (Juan 1:14). No existe ningún Hijo eterno, pero
Aquel que se manifestó en carne como un Hijo, es el único Dios eterno (Miqueas
5:2, Juan 1:15).
“Muchos
otros versículos de la Escritura revelan que solo podemos usar correctamente el
término ‘Hijo de Dios’ cuando incluye la humanidad de Jesús. Por ejemplo, el
Hijo fue concebido por una mujer (Gálatas 4:4), el Hijo fue engendrado (Juan
3:16), el Hijo nació (Mateo 1:21-23; Lucas 1:35), el Hijo no sabía la hora de
la segunda venida (Marcos 13:32), el Hijo no podía hacer nada por sí solo (Juan
5:19), el Hijo vino comiendo y bebiendo (Mateo 11:19), el Hijo sufrió (Mateo
17:12), una persona puede blasfemar contra el Hijo pero no contra el Espíritu y
ser perdonado (Lucas 12:10), el Hijo fue crucificado (Juan 3:14; 12:30-34), y
el Hijo murió (Mateo 27:40-54; Romanos 5:10). La muerte de Jesús es un buen
ejemplo. Su Espíritu Divino no murió, sino su cuerpo humano. No podemos decir
que Dios murió, y entonces no podemos decir que “Dios Hijo” murió. Más sí
podemos decir que el Hijo de Dios murió porque Hijo se refiere a la humanidad.”
De
esta manera, Dios pudo crear por medio de su Palabra una verdadera generación
de hijos de Dios: “Mas a todos los que le recibieron, a los que creen en su
nombre [el nombre de Jesús], les dio potestad de ser hechos hijos de Dios, los
cuales no son engendrados de sangre, ni de voluntad de carne, ni de voluntad de
varón, sino de Dios” (Juan 1:12-13). El apóstol Pablo también se refiere a la
nueva creación en Cristo cuando escribe: “De modo que si alguno está en Cristo,
nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas”
(2. Corintios 5:17). El Señor Jesucristo dijo: “De cierto, de cierto te digo,
que el que no naciere de nuevo, no puede ver el reino de Dios” (Juan 3:3). En
el libro a los Hebreos, se dice que Jesús, el Hijo de Dios, llevaría a muchos
hijos a la gloria (Hebreos 2:10). Más aún, Jesús, la Palabra hecha carne, se
refiere a los redimidos por su obra como hermanos e hijos suyos, ya que todos
son la nueva creación de Dios por medio de su Palabra (Hebreos 2:11-13). Así,
Jesús el Hijo de Dios, ha podido engendrar por la Palabra a otros muchos hijos
de Dios (Santiago 1:18, 1. Pedro 1:23).
Dios
sabía que Adán fallaría, por eso cuando Dios creó a Adán, lo hizo pensando en
el plan que tenía en mente para un futuro Hijo de Dios, quien no sería ningún
otro que el mismo Dios (y no otro) manifestado en carne (Isaías 33:22, 35:4,
40:3-5, 40:9-10, Miqueas 5:2, Hageo 2:6-7, Isaías 9:6-7, 2. Corintios 5:19,
Colosenses 2:8-10, 1. Timoteo 3:16, etc.)
La
verdad bíblica enseña que la Palabra es el precioso plan de Dios para
con la humanidad, que se reveló desde la creación del mundo, y luego
por boca de los profetas anunció que Dios mismo y no otro, sería manifestado en
carne para venir a salvar. Sólo con la manifestación de Dios en carne, la
Palabra tomó forma personal al mostrarse como el Hijo de Dios, el hombre
perfecto, que ha podido engendrar por la Palabra una nueva generación de hijos
de Dios.
Jesucristo
(Dios manifestado en carne como un ser humano), es la revelación máxima de Dios
a favor del hombre, y por eso es llamado la Palabra (Verbo) de Dios
(Apocalipsis 19:13). En estos últimos días Dios decidió hablarnos por Cristo el
Hijo (el Hombre perfecto) quien es el que da razón a la existencia del universo
(Hebreos 1:2). El Hijo de Dios, es la conclusión del plan eterno que Dios
planeó con relación al hombre, de satisfacer su deseo de que pudieran existir
muchos hijos de Dios (Hebreos 2:10), y por eso los escritores
neotestamentarios, inspirados por el Espíritu Santo, dejaron registro del
cumplimiento de un montón de profecías veterotestamentarias que se cumplieron
en el Hijo de Dios, la Palabra hecha carne (Juan 1:14). En el Hijo de Dios, la
Palabra pronunciada por Dios en el pasado encuentra ahora su cumplimiento
(Mateo 5:17, Lucas 24:25-27).
El
Hijo de Dios es Dios manifestado en carne (Isaías 9:6, Mateo 1:23), o la
Palabra hecha carne (Juan 1:14). El Hijo de Dios, es la consumación del plan
eterno de Dios a favor del hombre, pues sólo por el Hijo (por Jesucristo
hombre) Dios podría salvarnos (Hebreos 2:14, 1. Timoteo 2:5). El Hijo de Dios,
es la más grandiosa revelación de Dios al hombre, y por ser el Hijo la Palabra
hecha carne, es por eso que en estos postreros días, Dios nos ha hablado por el
Hijo (Hebreos 1:2), y el Hijo es quien nos ha explicado o nos ha dado a conocer
al Padre (Juan 1:18). Dios se ha revelado por medio de la creación (Romanos 1:20,
Salmo 33:6, 9), por medio de su Palabra hablada (Génesis 8:15, 46:2, Exodo
3:4), por medio de la Santa Escritura (Juan 5:39), pero el Hijo es la mejor
exégesis o la mejor explicación del plan eterno que el Padre tuvo a favor de la
humanidad. Cristo (el hombre ungido) siendo la Palabra hecha carne, es el
mediador entre Dios y los hombres (1. Timoteo 2:5), revelando las intenciones
de Dios para con el hombre, y dando significado a todas sus obras (creación).
La
“teología” de la creencia de tres personas, ha hecho un uso incorrecto de los
términos bíblicos ‘logos’ e ‘Hijo de Dios’, presentándolos como sinónimos
cuando en realidad no lo son. Toda confusión es alejada, cuando utilizamos los
términos dentro de su respectivo contexto, y no de la manera errónea y
arbitraria como los reinterpreta la “teología” de las tres personas. Este dogma
toma aquella porción bíblica de Apocalipsis 19:13, que llama ‘logos’ al ‘Hijo
de Dios’, y asume erróneamente que el ‘Hijo de Dios’ es eterno y que estaba
desde el principio con Dios, como si el Hijo hubiera preexistido a la
encarnación. El ‘logos de Dios’ (Palabra de Dios) es eterno (Salmo 119:89,
Isaías 40:8, 1. Pedro 1:23, Mateo 24:35), porque es el pensamiento o el plan
eterno de Dios a favor de la humanidad, que existía aún antes del acto de
creación y que se fue revelando de manera progresiva a la humanidad. Mientras
tanto, la Biblia define al ‘Hijo de Dios’ como al ser humano que nació de María
(Lucas 1:35), como a Dios mismo con nosotros (Emanuel) manifestado como un
hombre (Mateo 1:23), como el medio que Dios utilizó para hablarnos en estos
postreros días (Hebreos 1:2), como el revelador (de los propósitos) del Padre
(Juan 1:18) y como la Palabra hecha carne (Juan 1:14). No existe ningún Hijo
eterno, pero Aquel que se manifestó en carne como un Hijo, es el único Dios
eterno (Miqueas 5:2, Juan 1:15).
“El
término HIJO nunca se usa aparte de la manifestación de Dios en carne, mientras
que el término LOGOS sí se usa aparte de ese contexto. Es debido al paradigma
trinitario de las tres personas, que ellos no han podido notar esto. El término
literal HIJO, al igual que el término CRISTO, nunca se utilizan aparte de la
manifestación de Dios como un hombre… Usted nunca va a poder encontrar al HIJO
existiendo desde la eternidad pasada, sino únicamente desde que ocurre la
manifestación de Dios en carne. Es por eso que nosotros no aceptamos la idea de
un Hijo eterno de Dios… Nosotros debemos dejar los términos tal y como están y
no igualar HIJO DE DIOS con LOGOS,
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